Corporaciones: el "negocio mundo"

Es momento de entender ciertas realidades desde el punto de vista adecuado.
No son casuales ni inconexos los últimos grandes conflictos que se vienen generando en nuestra región. ¿Qué tienen en común la denominada crisis del campo en Argentina, el golpe de estado en Honduras y el actual debate nacional por la ley de medios? Pues el origen y los protagonistas de cada lado como manifestación contemporánea de la histórica lucha de clases.
Ensayemos el esquema de entender al mundo como una gran empresa y por lo tanto esgrimiendo la más poderosa de las máximas en la lógica de las corporaciones: la optimización de recursos.
En un sistema mundial globalizado, las empresas son transnacionales y llevan a cabo las distintas etapas de su actividad en diversas regiones del globo en función de esta optimización: esto es, compañías holandesas plantan tulipanes en Costa Rica, donde el agua es abundante, la mano de obra es esclavizable y pueden fumigar las plantaciones con tóxicos baratos (prohibidos en otros países); los tulipanes luego son llevados a Europa donde se venden en euros a las familias aristocráticas del viejo continente. Pero para poder envenenar y esclavizar, es necesario sobornar a los que legislan en ese país. Ahora bien, mantener, sostener, instaurar o sobornar a decenas de gobiernos en forma independiente resulta demasiado burocrático, complicado y por lo tanto oneroso; la solución más eficiente consiste en concentrar el poder político mundial en un sólo organismo; un único gobierno mundial que se encargue de allanar el camino de las empresas. Así, el FMI, la gran mesa de dinero internacional, controla las finanzas mundiales, el Banco Mundial, con el pretexto de ser una institución creada para el desarrollo de las naciones pobres, interviene directamente en programas de salud, educación, empleo y hasta medio ambiente de los países, la OMC tiene a su cargo la organización y regulación del comercio mundial, y la ONU, a través de su Consejo de Seguridad es el encargado de actuar como ministerio de policía mundial.
No obstante ello, la mano que mueve las fichas sigue siendo la misma, y ni siquiera estos gobiernos mundiales pueden detener su voluntad. Esto quedó plenamente demostrado en la incapacidad política de Naciones Unidas frente al apetito de las corporaciones por apoderarse de las reservas iraquíes de crudo. Un fenómeno que resulta claro de entender si sabemos que de las diez empresas más poderosas del planeta, nueve están ligadas directamente a ese producto (cuatro petroleras y cinco automotrices), es decir, se entiende cuando analizamos la realidad desde el punto de vista adecuado.
La invasión se llevó a cabo a pesar de las decisiones del Consejo de Seguridad. Nada ni nadie se interpone en el camino de las corporaciones económicas.
Los políticos, en este contexto no son más que administradores de empresas que, en lugar de países, tienen a su cargo unidades de negocios. Los Bush, y los Blair son sólo actores de reparto; monigotes que irrumpieron en el escenario, desempeñaron su papel, recitaron sus líneas, y que más temprano que tarde quedaron en el recuerdo. Fueron alfiles y ocuparon sus posiciones. Cuando llegó su momento fueron sacrificados y reemplazados. El mercado no se detiene.
Es que las veinte o treinta empresas que controlan la economía mundial no van a dejar “hacer” a la política. El laissez faire es sólo poesía para la academia de economía.
Naciones como Venezuela, Cuba, Irán, Ecuador o Bolivia, no irritan por ser de tendencia comunista o populista, no molestan por su ideología, sus tradiciones, su religión o sus inclinaciones filosóficas, no los hace "encarnaciones del mal" el llevar camisa roja, turbante o poncho. El verdadero “atentado” que cometieron fue el de nacionalizar sus recursos, apropiarse de los beneficios que tenían las subsidiarias de aquellas empresas multinacionales que llevaban a cabo la explotación en sus tierras, o plantear un programa autónomo (ajeno al que le fue asignado a través de la división internacional del trabajo) de desarrollo tecnológico en áreas estratégicas. Llevaron a cabo el acto terrorista de oponerse al proyecto unificador.
Decisiones de gobierno como la nacionalización de empresas para distribuir los beneficios entre sus habitantes constituye la peor de las herejías. Si un proyecto político contempla entre sus medidas esa posibilidad, las alarmas se disparan y comienzan a operar todos los dispositivos de emergencia. Ninguna pena es poca para semejante desviación. El castigo que, sin dudas, debe ser ejemplar, no tiene contemplaciones. Ese gobierno, ahora subversivo, debe ser atacado por todos los flancos y de todas las formas posibles. Comienzan a actuar tanto los supragobiernos convencionales como la ONU, la OTAN, el FMI, la OMC, y el ejército de intelectuales lacayos que sirven obedientes desde las trincheras de la academia, como los no convencionales encarnados en las ONGs diseminadas a lo largo y ancho de todo el planeta para tal fin. En el escenario internacional, el gobierno rebelde debe ser desprestigiado, calumniado, discriminado, bloqueado, aislado, embargado, derrocado y de ser necesario, aniquilado. La autodeterminación de las naciones en sus decisiones de producción no es una opción posible porque los factores de producción ya tienen dueño. Nacionalizar es arrancar los recursos de esos dueños y por lo tanto un crimen imperdonable y además un pésimo ejemplo si se traduce en mejores condiciones de vida para sus habitantes, puesto que puede “contagiarse” a otras regiones y hace peligrar la concentración de recursos y factores; que en última instancia resulta en la concentración de verdadero poder.
Por eso es una herejía desconcentrar la información que los medios nacionales recitan, porque es un gran negocio privado concentrado y porque permite transmitir la realidad idiotizante de la única voz de los mercados; por eso es también una herejía pretender quitarle rentabilidad a multinacionales norteamericanas como Cargill y Monsanto que vienen a arrasar y envenenar nuestra tierra en pos del negocio de la soja y por eso es una herejía que le costó el gobierno al hondureño Mel Zelaya, pretender como presidente que en Honduras se convocara a una Asamblea Nacional Constituyente, que no es otra cosa que darle voz al pueblo respecto de los temas de Estado.
Es que, si hay algo que las corporaciones empresariales definitivamente no quieren, es que usted piense, que usted decida, ...que usted opine.

Lucas Bols
Mendoza, 1 de Octubre de 2009

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