
Vas al cine descuidado, te metés a una sala casi sin querer y cuando ya es tarde para arrepentirse estás sentado en la butaca J17 clavándote un Iron Man 2 sin anestesia y a fondo blanco. Un cóctel de imágenes y sonido tan “yanquilandia” (no encontré un término académico para expresar la idea) que al principio casi que te divierte. Es que pareciera que lo exagerado es parte de una ironía o la metáfora en tono de sarcasmo de una sociedad donde las armas y el dinero se festejan con rock and roll a todo volumen, fans enloquecidos vivando y aplaudiendo a su ícono de la violencia y un ballet de minas enfundadas en biquinis revoleando sincronizadamente el culo mientras de fondo brilla titilante la infaltable banderita USA. Más temprano que tarde te das cuenta de tu error, “eso” era “eso” nomás. No era una ironía. Los yanquis gozan abiertamente de tener armas y superioridad de fuego y destrucción con respecto al mundo. Para los que no entendíamos cómo era posible que los soldados norteamericanos torturaran personas en Abu Ghraib y hasta se sacaran fotos como si se tratase de un viaje de egresados mientras ultrajaban a sus víctimas, va esta película como ejemplo ilustrado de que les encanta y hasta disfrutan sentirse en desproporción de fuerza. Y preparate, porque al transcurso de los minutos vas a tener que ir “descifrando” mensajes o bajadas de línea tan sutiles como una patada en el centro de las pelotas. A saber: Iron Man es un arma y la tienen los americanos para “mantener la paz en el mundo”… ¿te suena?; el malo de la película es ruso (que alguien les avise que la guerra fría terminó); otros dos países están tratando de construir propios Iron Man para sembrar el terror y apoderarse del mundo, esos países son Corea del Norte e Irán (te lo dicen abiertamente), pero por supuesto fracasan porque sus científicos son unos inútiles. En fin, un verdadero carnaval para lo más miserable del ser humano y para lo más americano del american way.
Evidentemente la maquinaria no se detiene y no hay nada para inyectar dinero fresco en la economía del norte como impulsar su industria bélica. De esta forma, los dispositivos engranan y se activa el mecanismo de comunicación, homologación y acción. Y los estudios de cine arrancan haciendo su parte: allanan el camino ideológico que les permita blanquear sus acciones y construyen subjetividad a partir de historias fantásticas portadoras del “mensaje” que compulsivamente distribuyen a lo ancho de todo el globo (son norteamericanas las películas, las distribuidoras y las salas de cine) Así, como en su momento se cansaron de demonizar vietnamitas, japoneses, alemanes y rusos para justificar invasiones u ocultar genocidios y crímenes de guerra, ahora toca el turno al “eje del mal”. De esta manera, musulmanes son terroristas y gobiernos populares son dictaduras (que apañan a terroristas).
El tema de violencia y la guerra arrancó con todo en el Hollywood del 2010. La gran ganadora de los Oscar en su última entrega fue ni más ni menos que Kathryn Bigelow con la película “The Hurt Locker”, una mediocre cinta que retrata las peripecias de un grupo de heroicos soldados norteamericanos que arriesgando sus propias vidas luchan por la libertad del pueblo iraquí desarmando bombas y salvando niños (que alguien también les avise que más de un millón de iraquíes muertos desde 2003 no se interpreta precisamente como una “salvación”). Y mejor aún, le ganó contra todos los pronósticos al film “Avatar” de James Cameron que cuenta la historia poco conveniente de la resistencia victoriosa que ofrecen unos alienígenas a que empresas mineras respaldadas por su ejército acaben con su planeta y sus vidas. ¿En qué estabas pensando James?
Ahora bien, si pensás que todo esto ocurre muy lejos y que por vivir al sur del mundo, ciertas cuestiones te pasan de largo, pensá de nuevo y empezá a arremangarte. Es que la nueva abanderada de los estudios de Hollywood tiene en vista una película que transcurre aquí cerquita. La multipremiada directora Kathryn Bigelow piensa ahora rodar un film que podría llamarse “Ciudad sin ley” y que transcurre en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, casualmente el centro geográfico de la mayor reserva de agua potable del mundo, el Acuífero Guaraní, y por supuesto y como todos sabemos, el lugar donde se esconden y financian los terroristas afganos de Al Qaeda. Qué, …¿no lo sabías? Los iraquíes tampoco sabían que tenían ocultas armas de destrucción masiva debajo de sus camas y mirá como les fue.
Miente, miente que algo quedará, mientras más grande la mentira, más gente la creerá
Lucas Bols
Mendoza, Junio de 2010
Evidentemente la maquinaria no se detiene y no hay nada para inyectar dinero fresco en la economía del norte como impulsar su industria bélica. De esta forma, los dispositivos engranan y se activa el mecanismo de comunicación, homologación y acción. Y los estudios de cine arrancan haciendo su parte: allanan el camino ideológico que les permita blanquear sus acciones y construyen subjetividad a partir de historias fantásticas portadoras del “mensaje” que compulsivamente distribuyen a lo ancho de todo el globo (son norteamericanas las películas, las distribuidoras y las salas de cine) Así, como en su momento se cansaron de demonizar vietnamitas, japoneses, alemanes y rusos para justificar invasiones u ocultar genocidios y crímenes de guerra, ahora toca el turno al “eje del mal”. De esta manera, musulmanes son terroristas y gobiernos populares son dictaduras (que apañan a terroristas).
El tema de violencia y la guerra arrancó con todo en el Hollywood del 2010. La gran ganadora de los Oscar en su última entrega fue ni más ni menos que Kathryn Bigelow con la película “The Hurt Locker”, una mediocre cinta que retrata las peripecias de un grupo de heroicos soldados norteamericanos que arriesgando sus propias vidas luchan por la libertad del pueblo iraquí desarmando bombas y salvando niños (que alguien también les avise que más de un millón de iraquíes muertos desde 2003 no se interpreta precisamente como una “salvación”). Y mejor aún, le ganó contra todos los pronósticos al film “Avatar” de James Cameron que cuenta la historia poco conveniente de la resistencia victoriosa que ofrecen unos alienígenas a que empresas mineras respaldadas por su ejército acaben con su planeta y sus vidas. ¿En qué estabas pensando James?
Ahora bien, si pensás que todo esto ocurre muy lejos y que por vivir al sur del mundo, ciertas cuestiones te pasan de largo, pensá de nuevo y empezá a arremangarte. Es que la nueva abanderada de los estudios de Hollywood tiene en vista una película que transcurre aquí cerquita. La multipremiada directora Kathryn Bigelow piensa ahora rodar un film que podría llamarse “Ciudad sin ley” y que transcurre en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, casualmente el centro geográfico de la mayor reserva de agua potable del mundo, el Acuífero Guaraní, y por supuesto y como todos sabemos, el lugar donde se esconden y financian los terroristas afganos de Al Qaeda. Qué, …¿no lo sabías? Los iraquíes tampoco sabían que tenían ocultas armas de destrucción masiva debajo de sus camas y mirá como les fue.
Miente, miente que algo quedará, mientras más grande la mentira, más gente la creerá
Lucas Bols
Mendoza, Junio de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario