La izquierda intelectual y cotidiana


Los días que transcurren hoy en la Argentina nos retrotraen a épocas pasadas y quizá, estemos reviviendo la controversia filosófica y política que planteo el peronismo del ´45. Esos años, en los cuales se generó una nueva forma de pensar la estructura sociopolítica, se basaron, entre otras cosas, en la gran polarización representada en peronistas y antiperonistas, lo mismo que hoy sucede con oficialistas y oposición. Dos posturas que se presentan como antagónicas y obliga a cada persona a tomar una u otra posición sin que alguien pueda plantarse entre medio de ellas.
Esto, lejos de parecer una idea simplista, genera algunas incongruencias no para aquellos que se posicionan claramente dentro de una u otra postura sino para aquellos que se sienten atraídos o distanciados de ambas posturas por igual, más claramente me refiero a los sectores de izquierda. La realidad política muestra que hay algunos sectores de izquierda que, como en épocas pasadas, adhieren a la postura oficialista y otros a la postura opositora. Para explicar esta clara contradicción hay que analizar no ya cuál corriente filosófica de izquierda se persigue sino la forma en que se llegó a ese pensamiento. Y es allí donde se destacan, a priori, dos formas básicas para “ser” de izquierda. Estas son “La izquierda intelectual” y “La izquierda cotidiana”.
La izquierda intelectual está caracterizada por aquellos que adhieren a esas consignas luego de haber llevado a cabo un estudio exhaustivo de los teóricos del marxismo-leninismo. Este grupo se caracteriza, generalmente, por posturas concretas y radicales basadas en el juicio de que los razonamientos teóricos (ideales) posibilitan generar soluciones perfectas, es decir, dentro de un marco ideal. En tal caso, asistimos a posiciones determinantes que llevan a estos grupos a distanciarse del oficialismo no ya por estar en desacuerdo con sus políticas sino por encontrarlas incompletas o con algunos errores (aunque sean menores), tal es el caso de Zamora absteniéndose en la votación que derogó las leyes de punto final y obediencia debida por motivos de dudas en la implementación correcta de la norma. Esto es, que un maestro desapruebe a un alumno que haya completado correctamente un examen en un 80% basado en la idea de que este alumno tenía todos los recursos para alcanzar un 100%.
La izquierda cotidiana, en cambio, está compuesta por un heterogéneo grupo de personas que no poseen un absoluto análisis de la doctrina marxista-leninista, sino que por el contrario arriban a esta ideología como contraposición a las demás posturas, como agradecimiento a lo recibido por parte de algún líder político o simplemente por la lectura objetiva de los diarios. Este grupo se caracteriza por posturas que tiene que ver más con la mediación y la real aplicación de las medidas que con políticas rígidas. Un caso concreto y palpable, es el del peronismo, en el cual muchos adeptos de esa corriente fueron capaces de dar sus vidas por esa causa a solo motivo de haber recibido el beneficio de leyes sociales y laborales en su favor, el ya famoso “yo soy peronista de Perón” sin mucho más argumento que la gratitud hacia su líder. Esto, lejos de la postura romántica, muestra una incapacidad de generar críticas constructivas y quitan realidad a la visión de los líderes.
La izquierda argentina que suele ser portadora de grandes y diferentes matices, sin embargo logra aglutinarse bajo consignas irrenunciables, y en periodos como el menemato pudieron marchar unidos bajo una misma bandera. Pero en estos años, en donde existe un gobierno que enarbola las mismas banderas que la izquierda o parte de ellas, lejos de caer en gracia, provoca una ruptura. Algunos apoyan al oficialismo, otros lo critican. Pero en la Argentina cualquier posición que se haya adoptado, una u otra, se va transformando en fanatismo y adquiere así sus peores defectos.

Esteban Marcussi
Buenos Aires, 1 de mayo de 2010

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