Dulce o Truco


Docenas de niños disfrazados comenzaron a resonar los timbres y puertas del barrio. Vecinos, que no suelen abrir sus ventanas a los carasucias, recibieron contentos a esos pequeños esqueletos, mendigos y fantasmas que salieron a pedir. Nadie resopló el tradicional “no tengo nada, nene”, porque no eran huesitos pobres de verdad, sino caritas felices y sin hambre jugando a “Dulce o truco”. Madres y padres los esperaban en las esquinas, como suele pasar cuando los niños piden; pero a nadie se le ocurrió gritarles “¿¡por qué no van a trabajar, vagos!?”, por el contrario los saludaban con afecto fraternal. Tampoco hubo alguien que cuestionara la fecha o los disfraces, ya que en nuestra cultura popular el carnaval se festeja en febrero, pero todos parecían entender de qué se trataba esta simulación. En las escuelas y en la televisión se festejó Halloween como fecha patria, el incansable bombardeo de publicidades, películas y eventos terminaron por redondear esta imagen tan patética como grotesca, pero por demás esclarecedora.
Dulce o truco, define nuestro actual panorama político y social:
Dulce o truco, dicen los grandes hacendados y productores de soja, y toda la Argentina pega una calcomanía en su auto de “todos por el campo”, desde la 4x4 hasta el Gordini del almacenero, porque el corte de ruta es un derecho.
Dulce o truco, dicen las agrupaciones sindicales, y sus piquetes son un acto de terrorismo, son delincuentes que quieren vivir como parásitos de la sociedad.
Dulce o truco, dicen los grupos de poder que centralizan los medios de comunicación y el país se conmueve ante una burda publicidad de que “TN puede desaparecer”.
Dulce o truco, dicen las voces que están cansadas de no tener un espacio de expresión, y todos los seguidores de Mariano Grondona degradan una reforma legítima y por mucho tiempo esperada, como lo es la Ley de Servicios audiovisuales; la llaman la Ley K para desvincularla de su verdadera intensión.
Así, la dinámica del “Dulce o truco” argentino funciona igual que aquel viejo chiste: “no hay blancos ni negros, somos todos verdes…algunos verdes claro y otros verdes oscuro”. Los verdes claro, como la lima, dictaminan las reglas del juego a través del jugo ácido de sus críticos cítricos de turno, que nos escupen en los ojos para que nos arda cuando vemos cosas que remueven su lugar de poder. Ese jugo ácido sin vitaminas, con críticas destructivas, reduce a la gente a simples espectadores idiotas que ven como un dulce los barrios privados, esos feudos contemporáneos, y como truco, las labores sociales que ha encaminado el Grupo Tupac Amaru en Jujuy, con construcciones de viviendas, cooperativas textiles, escuelas y centros de recreación para brindar a miles de familias un espacio de desarrollo que no habían logrado en siglos. Entonces, bajo estas reglas, resulta delictivo que el gobierno le otorgue fondos a Milagros Sala para llevar a cabo una tarea de esta envergadura, porque simplemente es “una piquetera, india desagradable y violenta”, como se ha escuchado decir en los medios de comunicación. Pero en cambio nos satisface la idea de que el trabajo lo realicen grandes empresas constructoras que en sus proyectos sólo emplean un cuarto de la mano de obra necesaria y que en su mayoría derivan los fondos para placeres personales, coimas y negocios paralelos.
Y entonces todo el panorama se aclara, festejar Halloween es pintoresco, mientras que festejar la Ch´alla (o Chaya), fiesta en donde se retribuye y se agradece a la Pachamama, es un acto denigrante y de indios ignorantes. Como lo es la conmemoración de “el ultimo día de libertad de nuestro pueblos originarios”, que debería festejarse el 11 de octubre, sin embargo seguimos acudiendo a todos los actos escolares del día 12, con la tradicional bajada que se nos ha impregnado en la piel: el día de la raza, el día de “encuentro” entre dos culturas o simplemente el día del descubrimiento. Otra simulación que compramos para no admitir que en realidad las culturas nunca se encontraron, que no queremos encontrar nuestra cultura y que preferimos apropiarnos de vanas costumbre ajenas a nuestras raíces porque la simulación es menos dolorosa. Todos los días festejando el día de la razia, sin remordimiento alguno desde el inicio de las matanzas. La sangre de nuestros orígenes sigue regando las plantas que dan por fruto esas Limas verde claro llenas de trucos y con poco gusto a dulce, frutas que crecen fuertes pero con miedo, cada día con más miedo de abrir las puertas y responder al dulce o truco de los reclamos, de los derechos naturales que con su sangre y resistencia activa sostienen nuestros pueblos originarios para dejar de ser esqueletos, mendigos y fantasmas.
Lanita
San Juan, 1º de Noviembre de 2009

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