
“La normalidad es una consecuencia del número excesivamente limitado de experiencias con las que estamos familiarizados (…) el mundo de la experiencia racional, ordenado y lleno de sentido común es una impostura; tras él yace un mundo tenebroso y paradójico de sombría existencia y cambiantes perspectivas”.
DAVIES, Paul. “Superfuerza”. p. 35 (Salvat Editores. Barcelona. 1984)
A la fuerza nos metieron cuchillo y nosotros, mudos en inconscientes, ni siquiera estábamos enfermos. Primero nos enchufaron las administradoras privadas para manejar los fondos de nuestros aportes jubilatorios, con el ya gastado y recalcitrante argumento de la eficiencia privada y la corrupción estatal. Y ahí fuimos todos, en filita al matadero de los bancos que, de un plumazo, se habían convertido en los nuevos dueños de nuestro futuro.
Arrancaron quedándose con el 40% de comisión, así nomás, sin rodeos ni sutilezas (algunas AFJP llegaron a cobrar hasta el 54% de comisión). Con lo que quedaba como aporte neto, el banco “invertía” obteniendo mayor o menor rentabilidad para la cuenta del aportante en función de su habilidad para invertir bien y adelantarse a los avatares del mercado. Hasta acá el negocio era fantástico, quedarse con el 40% de un dinero cedido mensualmente en cantidades multimillonarias por todos los trabajadores del país era el sueño erótico de cualquier banquero. Pero podía ser aún mejor. Y lo fue. Con el 60% restante, guardado en las arcas de esos bancos, se podía además hacer negocios: así, el banco invertía dinero en distintos instrumentos financieros como bonos, acciones, etc. Cuando los resultados eran buenos el dinero invertido era casualmente del banco, cuando los resultados eran medio ajustados o negativos siempre se trataba de los fondos de los aportes de los trabajadores. Algo así como que nosotros le demos $100 a un apostador profesional para que vaya al casino y pruebe suerte en los distintos juegos como ruleta, tragamonedas, poker, etc. El tipo, como es un profesional, nos cobra una comisión de $40 y se compromete a colocar todo su conocimiento y su experiencia para apostar eficientemente nuestros $60 restantes. A la salida del casino el tipo viene bajando la escalera contando un abultado fajo de billetes, entusiasmados lo recibimos y le solicitamos nuestra parte de las ganancias, el apostador nos mira con cara de afligido y nos dice que fue una noche pésima; pero si te acabo de ver contando un fajo de billetes, lo increpamos; y el tipo nos responde, sí, pero esto lo gané apostando los $40 que eran míos, con los $60 tuyos gané sólo $2: Tomá, acá están tus $62.
Como si esto fuera poco, al grupo Clarín se le ocurrió una idea genial. Con la ayuda y complicidad de la financiera Goldman Sachs (accionista de Clarin) y del banco JP Morgan, infló sus activos mintiendo descaradamente sobre su valor y colocó en 2007; casualmente unos meses antes de la llamada crisis financiera internacional, una oferta pública de acciones por el 20% de su supuesto capital. El valor de la acción salió a $35, pero como nadie en su sano juicio las habría comprado a ese precio, se las vendió en su totalidad a las AFJP; por supuesto, previo "arreglo" con las mismas. A los pocos meses sobrevino la crisis financiera internacional y el ruido de la caída tapó los rastros de la verdad: las acciones de Clarin cayeron a $7 y menos (lo que realmente valían).
Volviendo a nuestra analogía del casino, cuando el jugador profesional nos paga nuestros $62 nos dice que en realidad no tiene dinero, y en su lugar nos entrega 2 fichas azules que nos dice valen $31 cada una. Grande es nuestra sorpresa cuando entramos a la caja del casino a cambiarlas por dinero y nos dicen que en realidad las fichitas azules son de $5.
Sólo con esta maniobra, realizada con la connivencia de los bancos y organismos financieros que homologaron el fraude de losactivos del gropo monopólico y permitieron la salida al mercado de valores de acciones a un precio absolutamente inflado, más la complicidad de los bancos dueños las AFJP que pagaron ese disparate para adquirirlas, se estima que el grupo Clarín realizó una estafa cercana a los 500 millones de dólares. Estafa que recayó directamente sobre los fondos de los jubilados.
El final es conocido. A los pocos meses el gobierno nacional tuvo que nacionalizar las AFJP para evitar la evaporación total de los fondos y para evitar también que se siguiera con el saqueo de los constantes y periódicos aportes de los trabajadores. Por supuesto y desde entonces, se oye el llanto desconsolado del jugador profesional y los berrinches histéricos del dueño del casino.
Lucas Bols
Mendoza, Julio de 2010
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